Utopia La Mia | Memoria pasajera
Memoria pasajera denomino a aquella que recuerda las cosas solo de manera temporal y luego como por arte de magia las olvida
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Memoria pasajera

Memoria pasajera

Decía Gabriel García Márquez que “la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio logramos sobrellevar el pasado”. Le hace eco también la frase de Albert Schweitzer que dice que “la felicidad es ante todo buena salud y mala memoria”. Y con este par de pensamientos en la cabeza reflexionaba sobre Colombia como el país más feliz del mundo.

Sí, muchos estudios sin cuestionar su confiabilidad o metodología sitúan a Colombia entre los países más felices del mundo (Fuentes: Gallup International, Centro Nacional de Consultoría). Esto contrasta con las altas tasas de corrupción, el conflicto aún no terminado, la falta de oportunidades y las noticias tristes de cada día.

Buscando encontrarle explicación a esta contradicción casi inexplicable, empecé a atar cabos y concluyo que no hay nada más que lo explique que la mala memoria. Más que eso, no la mala memoria sino lo pasajero de la misma. En Colombia tenemos una memoria pasajera.

Memoria pasajera denomino a aquella que recuerda las cosas solo de manera temporal y luego como por arte de magia las olvida. En Colombia somos expertos y es por ello que el dolor que sentimos por algunos acontecimientos se borra y nos permite sentir euforia y bailar al son que nuestra alma dicta.

He sido testigo de los momentos más felices en comunidades olvidadas por el abandono. Comunidades que viven sólo en el momento, porque es tan efímera su felicidad que hay que aprovecharla mientras se tiene. Y así, viven en un eterno vaivén de emociones y picos. Ello podría ser una posible explicación también para la corrupción. Una memoria efímera prefiere disfrutar poco ahora con el pago que recibe por su voto, que esperar cambios de largo plazo con un plan de gobierno.

A esta reflexión sobre la eterna lucha entre dolor-felicidad llegué luego de leer y analizar los resultados de la reciente consulta anticorrupción que se realizó en el mes de agosto de 2018 en Colombia. Es casi que absurdo preguntarle a alguien si está o no está de acuerdo con alguna de las preguntas que allí se hacían. Si le quitáramos el tinte político, todos los colombianos estaríamos de acuerdo en que se implementara lo que allí decía. Sin embargo, y para gran sorpresa de muchos la consulta no pasó.

A pesar de esa gran frustración, en Colombia todo siguió como si nada. No hubo grandes actos o marchas para cuestionar los resultados. Solo un par de días de reflexión en las grandes ciudades o a nivel central, pero en las zonas deprimidas poco se habló del tema.

¿Qué logra explicar lo anterior? En mi inocencia analítica esto se explica desde la perspectiva de tener una memoria que olvida pronto, una memoria pasajera que olvida la barbarie y la falta de oportunidades con tal agilidad que nos permite imbuirnos en la euforia más grande luego de cualquier tragedia o dolor.

Eso somos. Una ciudadanía olvidadiza por gusto, o por costumbre. Una población que le huye al recuerdo constante de sus males para lograr sobrellevar el peso de la tragedia con cualquier ráfaga de felicidad.

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